domingo, 25 de enero de 2009

II parte

Fisher revela lo que una persona experimenta cuando se enamora, por qué se elige a alguien en particular y cómo el amor romántico influencia y afecta lo biológico. “El impulso sexual y los sentimientos de atracción por el otro se ven seriamente afectados por el amor, que es una fantasía que el cerebro crea y vuelve realidad”, aseguró. La especialista da a conocer las diferencias entre el cerebro femenino y el masculino, y como el primero es más propenso a generar un flujo sanguíneo que desemboca en ese carácter enamoradizo propio de la mayoría de las mujeres.
Su libro termina con una visión optimista. Deja entrever que esa pasión casi irrefrenable, que tanto hombres como mujeres tenemos, puede ser catalizada y dejada de lado por el amor romántico. Además destaca que es en el amor donde podemos encontrar la calma y el sosiego que nos ofrece este agitado mundo moderno.

“¿Por qué amamos? ”

Helen Fisher, autora de “¿Por qué amamos? ” , revela que la pasión no es emoción ni sentimiento, sino una parte del instinto. Las mujeres, más enamoradizas que los hombres.

“El amor es un instinto tan fuerte como el hambre o el sueño”, reveló en su libro “¿Por qué amamos?” la reconocida antropóloga norteamericana Helen Fisher. La autora es egresada de la Universidad de Rutgers, Nueva Jersey. En los últimos años elaboró una serie de estudios sobre la evolución, la expresión y la ciencia del amor.
Su libro, que fue uno de los más vendidos en su país y en el mundo, logra describir con gran sencillez y extraordinaria lucidez la experiencia de enamorarse desde el punto de vista científico.
La importancia de su trabajo radica en que da respuestas nuevas a cuestiones tan antiguas como ¿por qué nos enamoramos?, ¿qué es el amor? o ¿de qué forma podemos mantenerlo vivo?
La especialista ofrece una nueva visión del fenómeno. En sus estudios logró demostrar que cuando uno se enamora se encienden determinadas zonas del cerebro que aumentan el flujo sanguíneo. A partir de estas conclusiones, la antropóloga llegó a la conclusión de que el amor y la pasión romántica están estrechamente ligados al cerebro. No constituyen emociones ni sentimientos sino que son parte del instinto. Una voracidad semejante a las ganas de comer o al sueño.